Una vez más, con la disputa de los partidos internacionales de selecciones nacionales en la última semana, se debate sobre la idoneidad del calendario en el fútbol y las consecuencias que estos pueden tener debatiéndose en innumerables foros por lo que se conoce como “Virus FIFA”.
En primer lugar, deberíamos esclarecer el término “Virus FIFA”. Con dicho término se alude a las consecuencias, secuelas y daños causados a los clubs de fútbol con la cesión de sus futbolistas para participar en partidos oficiales y no oficiales de las diferentes selecciones nacionales.
En este punto colisionan dos derechos: el de los clubs y el de las diferentes federaciones nacionales. Ambas partes parecen tener su punto de razón. Esta semana vuelve a ser un tema de radiante actualidad por las lesiones de Khedira y Coentrao con Alemania y Portugal y la de Víctor Valdés con España.
De una parte, los clubs son los propietarios de los futbolistas y quienes pagan sus salarios. En esto fundamentan sus reivindicaciones. De otro lado, las federaciones se escudan en las cuantiosas remuneraciones que las entidades deportivas perciben por el “alquiler” de sus jugadores para representar a sus países de origen.
La legislación protege a las federaciones no sólo en el propio reglamento FIFA sino también, en el caso de España, en la Ley del Deporte. El artículo 47 de la misma establece “la obligación de los deportistas federados de acudir a las convocatorias de las selecciones deportivas nacionales para tomar parte en competiciones internacionales, al tiempo que recuerda que la relación contractual con su club se mantiene durante la participación en estos campeonatos de carácter internacional”.
Además, el Código disciplinario de la RFEF en su capítulo segundo del título II, concretamente en el artículo 65 refiere sanciones económicas y disciplinarias para los casos de no observación de dicha norma de cesión de jugadores a los combinados nacionales.
Ante esto los clubs y entidades deportivas tienen poca defensa y siguen en manos de las federaciones. La reducción del calendario en ambos sentidos (ligas nacionales por un lado y fases clasificatorias o finales de menor duración en caso de las selecciones) es el punto clave que podría evitar que casos como los ocurridos en los últimos días se repitan periódicamente.
Pero todo ello reduce los ingresos económicos de ambas partes: a menor número de partidos menos ingresos por derechos televisivos y publicitarios. Por lo que la cuestión, como referíamos en el título, no parece tener una salida nítida y que no se va a resolver, entendemos, en el futuro inmediato.
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