El proceso comunicativo, tal y como lo entiende Van-Der Hofstadt (2005), consta de un emisor, el cual codifica un mensaje que será posteriormente transmitido por un canal. Dicho mensaje es esperado por un receptor, el cual lo descodifica, interpreta y entiende. A todo este proceso hay que añadir posibles barreras o ruido que pueda ser aplicado al proceso, así como un feedback que siempre se genera por la reacción, contracomunicación o acción del propio receptor.
Este proceso se produce de forma constante durante la realización de ejercicio físico y en función de las interacciones que promueven la lógica interna del ejercicio.
Cada punto de este proceso se analiza a continuación:
Los emisores de información serán, de forma prioritaria, los participantes en el ejercicio físico. De forma secundaria lo serán la incertidumbre y, por último, otros agentes que pueden entrar en el juego, como por ejemplo un árbitro o un entrenador. Dichos mensajes se codifican según las nomenclaturas del propio juego.
Según Garcés y Dosil (2007), cualquier proceso comunicativo se nutre del perfeccionamiento sistemático, tanto el procedente del aumento de vocabulario, como por la mejora en el uso de estrategias y giros comunicativos. Por este motivo, tan solo en rugby se comprenderá lo que significa una retención, en fútbol un fuera de juego, en tenis una lesión de codo de tenista, o en baloncesto un bloqueo ciego. La codificación de dichos mensajes es descodificada de forma fácil por el resto de integrantes del juego.
Los sujetos participantes transmiten constantemente los mensajes a través de diferentes canales de comunicación, según la táctica aplicada en cada circunstancia del juego. La comunicación verbal codificada está muy presente en las estrategias tácticas. Por ello puño significa una serie de acciones para cada uno de los cinco componentes de un equipo de baloncesto. No hace falta más información, tan solo que el jugador que juega en la posición de base indique, con una paralingüística firme: puño.
Por otro lado, la comunicación no verbal, con señalética corporal, es muy importante en la táctica de juego. La misma circunstancia anterior en un caso de extremo ruido sonoro producido por la grada, se podría suplir por que el jugador base levantase el puño para que lo viesen sus compañeros.
Encontramos ejemplos en todos los deportes, por ejemplo, se pueden observar las señas indicadas con los dedos sobre las caderas por los jugadores de vóley playa justo antes de comenzar el saque. El emisor de dicha información es el jugador que se posiciona junto a la red, mientras que el receptor es el sacador, el cual saca según la estrategia definida por su compañero.
Los ruidos o barreras se suceden constantemente durante el ejercicio físico. Los ánimos de la grada en un partido de balonmano, la lluvia en un partido de rugby al aire libre en un día lluvioso, el desconcierto de jugar a pádel en un recinto pintado del mismo color que la bola de juego, todo ello son circunstancias en las que se enmarca el ejercicio físico y que generan interferencias en la comunicación. Dichas interferencias deben ser suplidas por mensajes más explícitos, estrategias ya entrenadas y, en definitiva, por una comunicación más eficiente.
En muchas ocasiones durante el ejercicio físico no hay tiempo para una comunicación pausada, fluida y promotora de debate. Normalmente, en la mayoría de los deportes, el tiempo juega un papel fundamental para la toma de decisiones, la interpretación de las circunstancias y la comunicación.
Por último, el feedback se produce según diferentes manifestaciones, en el resultado, en una acción o movimiento del contrario o de un compañero, en una contracomunicación de otro agente del juego, etc. El feedback en el ejercicio físico es constante y debe ser interpretado rápidamente para actuar en consecuencia.
Podríamos afirmar que el ejercicio físico exige una flexibilidad comunicativa del deportista para adaptarse a las nuevas circunstancias de las cuales informa cada feedback generado por los diferentes sujetos y a través de los diferentes canales comunicativos.
En cada acción de juego o práctica del ejercicio físico se producen constantes procesos comunicativos muy cambiantes y exigentes, dada la necesidad de una comunicación eficiente. Las exigencias del juego obligan a que los sujetos deban conocer los códigos, canales y señas propias de su deporte y de su equipo, además de saber adaptarse a la contracomunicación constante y feedback.
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